lunes, 1 de noviembre de 2010

His heart is an apple*


Cuatro son los cuadros que el pintor italiano renacentista Sandro Botticelli necesitó para representar, junto a sus discípulos, La historia de Nastagio degli Onesti, historia procedente del Decamerón de Bocaccio, titulada “El infierno de los amantes crueles”. Uno es el capítulo de la serie española “crónicas del mal” (1992) dedicado también a dicha historia, titulado “Ritesti” y dirigido por Iván Zulueta.

Las pinturas, que datan de 1483, son al temple sobre tabla y se consideran “spallieras”, fueron encargadas por Antonio Pucci como regalo de bodas para su hijo Giannozzo Pucci y su prometida Lucrezia Bini, que se casaban ese mismo año.

La obra narra la historia del joven Nastagio, el cual tras haber sido rechazado por la hija de Paolo Traversari, huye de la ciudad. Se instala a las afueras, en el bosque, y se sucede la primera escena (representada en los dos primeros cuadros): se topa con una mujer la cual es perseguida por unos mastines y un jinete, que la ataca, mata y da su corazón a los perros. Esto se repite, ya que se trata de una maldición a la que ambos personajes han sido sometidos tras morir (el jinete se suicidó porque su amada, a la que ataca en la escena, le había rechazado en vida). La historia abre los ojos de Nastagio, que decide invitar a su amada al bosque para que también vea la escena, consiguiendo su propósito: ésta al final, por miedo, decide contraer matrimonio con él.

El tercer cuadro representa a los invitados pendientes de la muestra de disponibilidad de la prometida a Nastagio –ejecutada mediante una criada- mientras que el cuarto describe el banquete nupcial.

Los tres primeros cuadros se hallan en el Museo del Prado de Madrid desde 1941 y, el cuarto, permanece en la colección privada del Palacio Pucci, en Florencia.

Debido a ciertas irregularidades en la obra se sabe que Botticelli precisó de sus ayudantes (Bartolomeo di Giovanni y Jacopo del Sellaio) para llevarlas a cabo, siendo él el diseñador general de la obra y pintor puntual de algunas figuras (como el caballo blanco del segundo cuadro o la mujer desnuda del tercero). De las cuatro pinturas la cuarta es la considerada de peor calidad, por lo que se descarta que Botticelli siquiera participase en ella.

Se puede entrever pues la intención de Antonio Pucci, padre del prometido, de regalarles tal obra, a modo de dejar a Lucrezia sin posibilidad alguna de abandonar a Giannozzo, ya que su desobediencia o rechazo se castigaría eternamente. Y es que parece ser que la mujer es siempre el origen de todo mal, desde que mordiera la manzana, y su castigo en vida es la sumisión.

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