lunes, 1 de noviembre de 2010

Arte contemporáneo

Chico conoce a chica. Chica pasa de él. Chico amenaza a chica. Chica acepta. A mí me parece que hoy en el telediario he visto algo parecido… Está claro, lo mires por donde lo mires (y hay que mirarlo, es evidente), poco nuevo se puede decir de las tablas que forman la Historia de Nastagio degli Onesti. Y es que Botticelli podría estar perfectamente pintando hoy un cuadro como estos con el mismo tema que en ellos se cuenta, porque la violencia (sin género, sólo la violencia) es inherente al propio ser humano.

Escribir algo que no se haya escrito ya sobre estos cuadros es casi imposible. Formato, tabla, técnica, dimensiones, autor, historia, paisaje… Y recurrir al tema de violencia como medio de coacción también parece repetitivo y demagogo.

El Defensor del Menor se rasga las vestiduras con el tipo de televisión y la educación que están recibiendo los niños de hoy. Las belenesesteban, grandeshermanos y operacionestriunfo son modelos, sin embargo nadie se plantea que sea malo llevar a sus hijos al Prado. El Arte es bueno. Ya está. Sentencia dictada y nada más, no se ha de rechistar.

Escuché el otro día decir a uno que la gente dice que entiende lo que ve en el Prado. No, la gente cree que entiende lo que ve en el Prado (en el caso que nos ocupa, una mujer desnuda que corre, un muchacho que mira, un banquete en el campo, una boda…), pero es imposible que personas que no han estudiado ciertos textos, como el Decamerón, comprendan el alcance de estos cuadros. Por eso, si vamos con un niño a ver estas tablas y le contamos que un chico, para ligar con una chica, va y le enseña que puede morir devorada por unos perros si no le hace caso, tal y como está ahora el panorama (que parece que se la agarran con papel de fumar), nos metan en la cárcel bajo siete llaves. Qué divertido es ver cómo un padre se merienda a su hijo, ¿verdad? Saturno se lo pasó bomba. Muchísimo mejor parecen Los Fusilamientos: un hombre desarmado a puntito de ser disparado por el ejército enemigo. Qué edificante esto de la guerra.

La educación se perfila como el antídoto de todo, pero la buena educación no es garantía suficiente para quedar a salvo de según qué cosas. Grandes mentes hicieron grandes barbaridades, y simples campesinos consiguieron levantar a todo un pueblo en pos de una vida más digna. Por eso nuestro refugio ha de ser el sentido común, que es el menos común de los sentidos…

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