Es muy habitual utilizar imágenes excesivamente potentes para intentar explicar y conmover a los ciudadanos del primer mundo ante los dramas del subdesarrollo. ¿Quién no recuerda la típica imagen del niño desnutrido hasta los huesos o la famosa imagen que hizo famoso a Kevin Carter?
Ante este tipo de imágenes uno no puede dejar de pensar en lo que se quiere vender: ¿compasión o morbo? El arte de Alfredo Jaar intenta no caer en la morbosidad o la falsa compasión.
Alfredo Jaar es un artista, arquitecto y cineasta chileno contemporáneo. En su juventud estudió dirección de cine en el Instituto Chileno Norteamericano de Cultura en 1979, y arquitectura en la Universidad de Chile, hasta 1981Su formación artística es netamente independiente.
Terminados sus estudios de arquitectura, se fue a vivir a Nueva York en 1982. Continuó haciendo arte, alcanzando fama mundial cuando expone en la Bienal de Venecia de 1986 "Gold in the Morning", una serie de fotografías de mineros tomadas en una visita prolongada a una mina de oro de gran profundidad en Serra Pelada (Brasil), en 1985. La extrema dureza del trabajo le muestra el abismo existente entre el mundo subdesarrollado y las economías emergentes. Alfredo Jaar utiliza principalmente la fotografía como registro y soporte de su temática, la cual gira en las crisis geopolíticas y sociales, las relaciones entre los países ricos y los tercermundistas, el conflicto de la inmigración, la violencia, el racismo y los refugiados.
África es el continente por excelencia del subdesarrollo. El descubrimiento de grandes bolsas de petróleo que ya han interesado a la U.E. pero especialmente a China, que quiere asegurarse el suministro (como también las antiguas repúblicas soviéticas del sur). Esta competencia por los recursos, en vez de proporcionar un mayor nivel de vida a los africanos, queda en manos de dictadores locales, sirviendo para la comprar de armas. Ni siquiera el petróleo es capaz de hacer salir del subdesarrollo a estos países, pues sus estructuras políticas y socioeconómicas derivan los beneficios no hacia la riqueza de todos sino a la opulencia de unos pocos.
Su trabajo más afamado es su prolífica serie de obras agrupadas en el Proyecto Ruanda (1994-2000), obras que reflexionan sobre el genocidio ocurrido en Ruanda en 1994 y las implicaciones que tiene un desastre como éste. Allí fotografió los ojos de un niño huérfano; esos ojos Jaar los reprodujo en diapositivas, en cantidad de un millón, como el número de víctimas del genocidio, y luego las apiló todas sobre una mesa de luz.
El poder político ha utilizado las artes visuales como vehículo de propaganda, como elemento de agitación o como agente de represión. Este artista chileno ha hecho de las imágenes fotográficas su medio de expresión artística y su arma política de denuncia de situaciones tales como la represión de la inmigración en la frontera de Río Grande o la situación de los campos de refugiados vietnamitas en Hong Kong. Sus imágenes se aproximan al reportaje periodístico, sin embargo la manera en que se componen como obra de arte y la forma discursiva que adoptan presuponen la existencia de una reflexión filosófica y ética.
El Guernica de Picasso se transformó en el resumen visual de una gran tragedia. El fotógrafo de origen chileno ha seguido el mismo camino. Convencido de que las imágenes, por sangrientas que sean, ya no impactan al espectador, ha escogido una vía que mantiene una clara propuesta de reflexión y toma de conciencia ante un conflicto sangriento. Su propósito fue despertar la conciencia adormecida de la gente, por medio de un ocultamiento visual que devuelva la capacidad de ver el drama humano.
Una de sus obras más conocidas es "El Lamento de las Imágenes", instalación con la que participa de la Documenta 11.
Su arte de crítica ha sido expuesto en una gran cantidad de museos, entre ellos el Moderna Museet de Stockholm (1994), el New Museum of Contemporary Art de Nueva York (1992), el Museum of Contemporary Art de Chicago (1992), o la Sala de Arte de la Fundación Telefónica en Santiago de Chile (2006). Además es reconocido por intervenir el espacio público, habiendo producido conocidas obras en grandes ciudades alrededor del mundo, como "Luces en la Ciudad" (1999) obra montada en Montreal. Otra obra de estas características es "The Skoghall Konsthall" (2000) en la ciudad de Skoghall (Suecia), en donde construye un museo de papel donde invita a jóvenes artistas locales a exponer para, 24 horas después de inaugurada la muestra, incendiar el museo.
Jaar también se interesa por la intervención del espacio público que perturba al espectador distraído: así por ejemplo ocurrió cuando utilizó un letrero luminoso del edificio Time Square en New York, en el que se leía " This is not America" (1987), denunciando el imperialismo estadounidense.
La obra de Alfredo Jaar se sitúa en el límite entre la arquitectura y el arte. Salas de exposición en el paisaje, museos temporales o instalaciones en la ciudad; todas tienen el denominador común de traer a presencia problemas sociales que no se ven a simple vista.
Desde mediados de los años ochenta la obra de Jaar se ha caracterizado por su firme crítica a las discriminaciones políticas, económicas y sociales. Usando el lenguaje del arte, se tornó un acérrimo opositor de las políticas globales de desarrollo. La utilización de estas imágenes lleva a la reflexión sobre el poder, los medios de comunicación, y la responsabilidad que les cabe en el tema de la manipulación y banalización de grandes catástrofes humanas.
Las instalaciones de Jaar son transitorias, duran el tiempo en que son expuestas y utiliza para ello la llamada mix-media, es decir, recursos lumínicos, la fotografía y otros materiales utilitarios de la vida moderna. Generalmente, el lugar en que se exhiben y los mismos espectadores, se incorporan a la totalidad de la obra.
Jaar señaló que hay arquitectos que se creen artistas y crean espacios arquitectónicos imposibles para el arte, como Frank Gehry. Crean verdaderas esculturas a sí mismos. Hay otros, como Renzo Piano, que crean espacios respetuosos, limpios, silenciosos, donde el artista puede trabajar.
Si los arquitectos son suficientemente creativos, si realmente logran transformar la ciudad, el arte puede estar en el espacio mismo, sin necesidad de otras obras. En resumen el arte puede ser nada, y ser todo. Es posible crear una arquitectura que produzca por sí misma los efectos que se le pueden pedir al arte.
Jaar suele citar en sus entrevistas una frase de Jean-Luc Godard: "puede que haya que elegir entre la ética y la estética, pero lo cierto es que si elegimos una de ellas, nos hallaremos al final del camino con la otra".
"The sound of silence" (2006/9) construye un "dispositivo espacio-temporal de visión", un espacio cerrado, al que sólo se puede entrar al comienzo de la función. Hay que seguir durante ocho minutos un vídeo en el cual con pocas palabras que van apareciendo, en silencio, sobre una pantalla negra, y en las que se repite "Kevin, Kevin Carter". El espectador va sabiendo que se trata del fotógrafo Kevin Carter, quien obtuvo el Premio Pulitzer por la imagen de una niña africana desnuda y famélica, sobre la que se ciernen las alas de un buitre. Carter poco después se suicidó. La historia de esa niña no existe, nadie sabe qué fue de ella. La de la imagen sí se conoce: pertenece a Corbis, una de las compañías de Bill Gates.
"Three Women" consta de tres retratos pequeños de estas pioneras que él admira y por ello las ilumina con focos de luz blanca procedentes de lámparas de pie porque metafóricamente quiere "iluminar a esas mujeres" cuya labor no tiene visibilidad.
Actualmente, Jaar es profesor invitado en el Center for Public Practice del San Francisco Art Institute. Entre las distinciones recibidas está la beca Guggenheim en el año 2000, y el más reciente, el premio "Extremadura a la Creación 2006", en España, por la mejor trayectoria artística iberoamericana.
Podemos afirmar que Alfredo Jaar es uno de esos artistas que en las últimas décadas ha pasado a ocupar los primeros lugares de la historia del arte. Sus obras forman parte de colecciones de galerías y museos de todo el mundo. Pero Jaar es de los pocos que aúna en una sola entidad la consciencia crítica, con un lenguaje claro de denuncia y a la vez de creación de auténticos operativos estéticos y comunicacionales. Alfredo Jaar se presenta como uno de los grandes artistas sociales de la postcontemporaneidad. Con una mirada acusadora su obra no crea indiferencia y se apoya en biografías concretas para plantearnos su propio sonido de la historia.
Andreea Roxana Neagu
Grupo:12
1º Grado de Hª del Arte
Teoría del Arte
01/11/2010
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