lunes, 15 de noviembre de 2010

Mirar abajo que caen garbanzos (y de los gordos)

Carlota Cánovas Cúneo
Grupo 12


Fin de silencio, nos propone un paseo singular por las calles de la Habana, una ciudad muy transitada y frenética. Con esta obra, Carlos Garaicoa nos acerca a sus orígenes, a esa cuna de inspiración para tantos.


La idea que llevaba pensándose desde 2006, llega al Matadero de Madrid, por fin dada forma, mostrándose en siete tapices que desarrollan el ingenio literario y crítico del propio autor.

Antiguamente en la Habana, los establecimientos tenían su firma en el pavimento y Garaicoa con esta obra, recoge esos titulares, realmente evocadores, y los dota de lirismo, haciendo que cada frase se convierta en una denuncia, siendo la garganta del pueblo cubano (“El volcán estallará, iluminados, esperamos”).

Estos tapices que en un principio se muestran inocentes, llanos, nos sacan toda la fuerza, ese inconformismo revolucionario que precisamente es poesía. Son tapices literarios, mordaces, que en manos de un apasionado de las artes en todas sus facetas como es Garaicoa, parecen cobrar vida propia, siendo parte de ese granito pisado cientos de veces, de ese tránsito continuo de suelas anónimas y consumistas y clavarse a modo de tacón de aguja en nuestras mentes. Mensajes como: “Festines de Sangre”, “La general tristeza negará placeres”, “La lucha es de todos, de todos es la lucha”, hace que los tapices cobren ese nivel de transgresión que tiene (o tendría) el mismo planteamiento de un tatuaje: con esa furia propia de aquellos que intentan traspasar la bandera y miran con la rabia contenida de la rebelión imposible.

Me siento tatuada, la tinta de las aceras traspasa los límites del cuerpo y se evapora lentamente en mi garganta “sin rival, sin miedo”.

Podría escribir mucho más sobre lo que a mi me ha inspirado la exposición, pero no es el momento, sólo hago un pequeño inciso.

Fin de silencio, es una obra para y contra el silencio (como su nombre indica). Supone el fin de ese mutis general cubano y a la vez supone la reflexión sobre ese silencio, el impacto que provoca en el espectador ver la contundencia y claridad de los mensajes, las palabras al desnudo.

El propio autor afirma: “Muchas veces pienso que la historia aún no ha sido escrita, sino que ésta se encuentra contenida en las calles que diariamente atravesamos y en los objetos que las habitan, en las líneas que dibujan sobre cada uno de nosotros. Arrancar el secreto de una ciudad y ponerlo al descubierto, es uno de los objetivos de mi obra. Mas aún, instaurar este secreto como discurso critico de la sociedad contemporánea, se ha convertido en la necesidad que le da cuerpo y la hace existir, entre esa ficción y el vacío de nuestra memoria fragmentada”. Y esto creo que ha logrado transmitirlo mediante fin de silencio.

Garaicoa con ésta exposición nos muestra los problemas de su Cuba natal, plasmados en esos titulares que vuelven la vista hacia lo más terrenal: el suelo.

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