Marta Pérez Carmona. Grupo 12
Los árboles, que progresivamente darán paso a una equilibrada arquitectura, encuadran esta visión del paisaje idílico del Decamerón de Boccaccio de la mano del pintor renacentista Botticelli.
Técnicamente se podría discutir la autoría del maestro, comentar la repetición de personajes a modo de viñetas o el intento de representación de la cuidad de Rávena, alabar la delicadeza de la trazada o estudiar la profundidad de los cuadros. Sin embargo, es el trasfondo del cuadro, su función y su motivo de creación, lo que le otorgan ese interés merecido.
Las cuatro piezas encargadas a Botticelli forman parte del regalo de boda que Antonio Pucci le entregó a su hijo Giannozzo al contraer éste matrimonio por segunda vez. Curiosa pintura para tener en el lecho nupcial, pudiendo llegar a convertirse en una pesadilla. Sin embargo, el cuadro, mediante esa sádica belleza que muestra la huida y matanza de una mujer pretende ser, ante todo, una denuncia social con actitud moralizante.
Con alusiones al infierno relatado por Dante (suicidas perseguidos eternamente por perros, seductores desnudos) Botticelli plasma un pasaje del Decamerón que narra la historia de un caballero que, tras ser rechazado por su amada, se suicida y, como castigo para ambos, el pecador es obligado a perseguir y dar caza a su amada infinitas veces. Pero además, hay otra historia girando en torno a ésta. Nastagio, rechazado por su doncella, vaga por el bosque y, tras ver y comprender la imagen que sucede ante sí, decide enseñársela públicamente a su futura esposa, quien, tras asimilar el posible destino que le espera, acepta su oferta matrimonial.
Esto se resume en la sumisión a través del miedo. El caballero actúa como un espejo para el propio Nastagio y utiliza la imagen de la mujer muerta (que bien podría tratarse de una fantasía que le muestra a Nastagio sus deseos ocultos) como recordatorio para su amada.
Esta sumisión que reside en lo fóbico también es ayudada por la desnudez. Esta podría ser interpretada como la curiosidad por la anatomía de la que hacían gala los renacentistas, para acentuar la belleza de la mujer o solamente como referencia a Dante. Otra interpretación más certera podría ser la desnudez como deseo, en este caso deseo de crueldad hacia aquello que nos ha consumido. Este modo pedagógico y moralizante que remite a la aplicación del miedo y la relación entre lo fóbico y una sociedad controlada, se alterna con la lucha interna del hombre de acabar con aquello que le hace daño, aunque sea precisamente eso lo que le hiera. De esta manera la inversión del mito de Artemisa y Acteón que narra Boccaccio se vuelve imagen en las pinturas de Botticelli.
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