martes, 23 de noviembre de 2010

EN METRO HASTA LA HABANA

Marta Pérez Carmona


Garaicoa, cubano de nacimiento, trata de reinventar el arte y de reinventar una cuidad: La Habana. Su exposición no solo se contempla, sino que se palpa, se siente, se pasea. Una colección de alfombras y dos proyecciones emulan la cuidad cubana en la otra orilla del atlántico. Garaicoa es capaz de narrar el pasado y futuro de su cuidad tanto en palabras escritas, como en mensajes subliminales (chicles pegados, polvo, suavidad en los tejidos pero dureza en el mensaje)

El titulo es, más que nunca, un encabezamiento, : Fin del silencio. Fin de la conformidad. Fin de la pasividad.

Nos habla de reconstruir a partir de cosas ya existentes, como los suelos de La Habana. Trozos de sus calles han sido tejidas, no sin antes haberles conferido un nuevo significado mediante la intervención de Carlos Garaicoa. Ya no vale con tejer y destejer como hizo Penélope. Ahora, cada vez que se rehace se le da una nueva identidad. Esta es la de denuncia social, una reflexión sobre la situación de la cuidad. A partir de la firma que antiguamente cada comercio ponía en trozo de suelo que le correspondía, ha ido encajando letras, haciendo que ya no solo el suelo que pisan los cubanos, sino ellos mismos, a través del artista, griten.

Este proyecto urbano casado con la poesía puede actuar de denuncia, peor también de critica. Fatalidades de saberes, falsedad de sombras, fin del silencio. Cualquier persona, a partir de una F hubiese sacado sus propias frases, pero es este ansia por ya no callar más, ese inconformismo que deriva en revolución, inspirado y empujado por una cuidad.

Mediante estos juegos de palabras, y este juego de sentidos (arte palpable, silencio en la sala, oscuridad) se nos presenta una crítica contra la sociedad y también contra el sistema político. Contra la sociedad porque, mediante las imágenes proyectadas, Garaicoa nos advierte de la poca preocupación a nivel colectivo, cómo pasan de largo los propios habitantes de la cuidad en cuestión y somos los extranjeros los que nos fijamos. Paradójicamente, el proyecto ha sido llevado a cabo por un grupo de personas, dejando a un lado los individualismos.

A primera vista parecería que es tan solo una denuncia contra el sistema político, pero es más bien una denuncia contra esas personas, esos habitantes de una cuidad que chilla. Nos expone cómo se vive, cuales son los problemas e incluso una solución: acabar con el silencio. Sin embargo es la propia población la que no quiere romper con el silencio, tan enfrascados en sí mismos, con tan poca perspectiva de grupo, de mayoría.

Garaicoa narra un cambio político, que traería como consecuencia un cambio social, urgente.

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