Sumisión Sobre Tabla
Paula Morán Ortín Grupo 12
Nastagio, joven noble de Rávena, se marcha al campo despechado por su amada. El primer cuadro se divide en tres partes: Nastagio conversando con amigos en un campamento, presenciando como unos perros atacan a una mujer, y la aparición del caballero que la persigue. En el segundo cuadro se muestra en dos escenas como Nastagio se horroriza cuando el caballero echa las vísceras de la dama a los perros, y como la escena se repite. La mujer despreció al caballero y ahora sus fantasmas deben sufrir esta maldición. En el siguiente, Nastagio y su amada junto a sus familias, almuerzan en el pinar y asisten a la escena lo que Nastagio aprovecha para convencer a su amada de casarse. El último de los cuadros presenta el almuerzo en un ambiente dominado por la arquitectura.
“La Historia de Nastagio degli Onesti” trata la sumisión mediante una escena pedagógico-moralizante y nos habla del machismo de la sociedad florentina del siglo XV y de la idea de que la unión entre violencia y sexualidad es común a todas las sociedades desde sus inicios.
El matrimonio, pilar central de la sociedad, nace del dominio violento del hombre sobre la mujer, lo que es necesario para infundir miedo en esta y evitar que se rebele, comprometiendo la supremacía masculina: El dominio de la esposa es proporcional al miedo que genere el marido.
Mucho antes que el miedo al esposo, las doncellas experimentaban la pesadilla del lecho nupcial. Nada ni nadie les indicaba cómo actuar en la noche de bodas por lo que empleaban su tiempo en imaginar qué ocurría allí. Y como el ser humano tiende a la morbosidad y el horror, el acuerdo matrimonial era una lucha entre miedos donde las promesas amenazantes del pretendiente debían superar las pesadillas de la doncella para que hubiese boda. Y así llegaban temblando al momento en que su marido se bajaba los calzones delante de ellas y les aseguraban “Ahora, vas a hacer lo que yo te diga” en el que sería el primero de una larga serie de encuentros “amorosos” donde el dolor y la humillación terminaban por minar cualquier resto de orgullo.
El que las obras fueran encargadas para el dormitorio matrimonial convierte una serie de pinturas maestras en una moraleja para las mujeres “Deben ceder a los deseos de los hombres” y muestran que la sociedad renacentista que buscaba el progreso de los hombres se asentaba sobre la misoginia y el sadismo.
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