Arantxa Hevia Sanz
Carlos Garaicoa nos abre, desde el día 25 de septiembre, las puertas de su exposición "Fin del Silencio" situada en el Matadero de Madrid en la Plaza de Legazpi.
Se trata de un tipo de arte conceptual formado por siete tapices provenientes de rótulos de establecimientos cubanos muy conocidos, que han sido transformados por el artista para criticar la situación política a la que está sometida la comunidad cubana.
A través de algo tan cotidiano y antiguo como son los tapices, Garaicoa consigue, como si de un “ready-made” de Duchamp se tratara, dar otro valor a una “simple alfombra” y la utiliza como vía de comunicación para reflejar una sociedad que a pesar de estar en el siglo XXI vive anclada en los totalitarismos del pasado.
El hecho de que esta exposición sea interactiva hace que rompa, en primer término, con la idea de los museos convencionales en los que la obra de arte no puede tocarse, sino que está ahí simplemente para ser contemplada, así como la idea del pedestal que sirve para alzar la belleza de la obra y que nos impiden ver la realidad de las cosas.
En segundo lugar, la gran idea de descalzarse hace que entremos en contacto con ella, que notemos, a través de las texturas de los tapices, que lo que parece suave al tacto, esconde una realidad mucho más dura, de esta manera el artista consigue que el visitante sienta un cierto respeto hacia el dolor de esa sociedad que vive paradójicamente en un mundo en el que la publicidad política es un hecho, pero la libertad de expresión está totalmente prohibida.
Por otro lado la iluminación o mejor dicho “poca iluminación” utilizada, centrada exclusivamente en los tapices, hace que te olvides de todo lo demás y te centres en el mensaje que Garaicoa quiere transmitirnos; así como la sala escogida para su exposición: la antigua cámara frigorífica del Matadero, lleva a plantearme la idea de que estos tapices, que expresan ideas que para nosotros, por la sociedad en la que vivimos, son tan comunes como la libertad o el “no- silencio” se quedarán congeladas en el suelo conservándose simbólicamente en esta cámara hasta que el pueblo cubano pueda poner de verdad fin a su silencio.
Podemos decir, por tanto, que la obra de Garaicoa nos muestra un arte urbano que nos cuenta la historia de una ciudad que habla sin hablar, que habla a través de sus calles, de los rótulos de sus comercios, de la idea de buscar en lo cotidiano, una vía de escape que rompa indirectamente con ese silencio.
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