jueves, 14 de octubre de 2010

Juegos de-mentes










© Jamie Bolton


Por Natalia Talavera

"Dormí y soñé que la vida era alegría..." Rabindranaz Tagore


Principio, nacimiento, manantial, raíz y causa de algo.

Así nos enfrentamos al original título de la última película que protagonizó Leo Di Caprio, bajo la dirección del londinense Christopher Nolan, Origen.


Obra de ficción, en la que el conflicto consiste en la dominación del mundo onírico, a través de la extracción y anhelo de suplantación de elementos subconscientes, también conocidos como ideas. Adornada con una trama de perniciosos celos y business issue, este thriller nos abre una quimérica ventana a los sueños.


Ahí donde las ideas bien formadas y dirigidas perduran en la mente, donde las defensas conscientes bajan y los pensamientos son vulnerables, nos encontramos con arquitectos que construyen catedrales, ciudades, cosas que jamás existieron y que jamás podrán existir en el mundo real. Donde el morir representa un nuevo despertar, habrá que ser capaces de crear y percibir al mundo simultáneamente y pasar desapercibidos en el inconsciente de aquellos con los que se compartan los sueños.


En Origen las llaman proyecciones, otros las llaman objetivos, lo que sabemos cierto es que en la mente del sujeto siempre está el génesis de las ideas, la inspiración es imposible de fingir, por lo tanto, un sujeto con una idea puede transformar el mundo y reescribir todas las normas, al menos en los sueños, dice Nolan.


Estos arquitectos lejos están de ser superhéroes, dotados de sentido común y espacial, deberán ser detallistas y observadores, poseedores de secretos universales como saber que el dolor está en la mente o que cinco minutos del mundo consciente equivale a una hora en los sueños.


Y si el mundo no es lo suficientemente bueno tendrás el de los sueños y los sueños dentro de los sueños, donde la mente funciona más ágilmente y las sensaciones se agudizan, pero también es donde habitan los miedos y las angustias más profundas. Suena bastante parecido a un duro viaje en drogas o a largas horas tumbado en un diván psicoanalizándote.


Non, je ne regrette rien, la icónica canción de Edith Piaf, avisa la próxima vuelta a la vida conciente a este equipo de arquitectos y espías, que navegan por la complicada red del inconsciente humano. Sin validación argumentativa alguna que evoque al padre de la interpretación de los sueños, S. Freud, agradecemos el parentesco con las estructuras matemáticas arquitectónicas del artista gráfico M.C. Escher.

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