viernes, 8 de octubre de 2010

TALKING CARPETS Verónica Santos

El pasado 25 de septiembre asistimos a la inauguración de una de las últimas obras del artista cubano Carlos Garaicoa, Fin de Silencio. Una particular puesta en escena de siete tapices, o más bien "talking carpets", que dejan un mensaje en el PENSAMIENTO del público, sólo modificando los nombres de antiguos comercios de La Habana. La obra aguarda a nuestros pies descalzos sobre el suelo de la antigua cámara frigorífica del Matadero de Madrid (llevar calcetines limpios). Un recinto donde se suceden arcos contínuos, cuyas columnas se proyectan como sombras en trampantojo sobre los tapices y juegan con las video instalaciones.

El dibujo, la arquitectura y la reflexión sobre la ciudad, tres elementos de gran importancia en la obra de Garaicoa - como se comenta en la entrevista del Prof. Fernando Castro Flórez -, también están presentes esta vez en Fin de silencio. Las alfombras de suave tacto, están dibujadas con gran realismo, parece que pudiéramos tocar las pequeñas manchas del granito, y percibir el desnivel de las grietas del mismo.

Y siempre el interés por la palabra de Garaicoa, que en su juventud se dedicó a la poesía. El artista nos llama la atención sobre los mensajes que esconden (un elemento tan metropolitano y cotidiano) los nombres de establecimientos comerciales habaneros, y se van quedando día a día en el inconsciente de los cubanos. Frases como "PENSAMIENTO" (en una video instalación, en la que sólo se detiene un perro, otros pasan de largo y parece como si muchos la pisotearan), "La lucha es de todos. De todos es la lucha", "Vivir sin miedo sin rival morir. Morir sin miedo sin rival vivir", no se pueden sustraer de la realidad cubana en la que el artista quiere influir. Todos esos mensajes de las talking carpets se concentra en el tapiz que da nombre a la exposición: FIN DE SILENCIO. Con el que Garaicoa parece que quisiera proclamar el fin del silencio que tiene amordazados a los cubanos, y que esperamos no sea muy lejano.

Merece especial mención el que fue, en mi opinión, el mejor público de la inauguración: el infantil. Quizás porque los niños aún no están demasiado sometidos a convencionalismos de comportamiento, ni contaminados por etiquetas artísticas, actuaron libremente en interacción directa con la obra. Esto es, uno de los vídeos proyectaba sobre el suelo la imagen del propio suelo cubano, con el anuncio y las piernas de unos transeúntes en varias direcciones. Los niños, después de rebozarse como croquetas con las imágenes proyectadas sobre su cuerpo, se percataron de los pies, y ¿qué sucedió? Hacían lo mismo que los cubanos, pero ahora en el suelo de Madrid, caminar sobre los nombres de los establecimientos comerciales habaneros, con sus pies descalzos.

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