jueves, 14 de octubre de 2010

Alfombra asfáltica

Por: Natalia Talavera

Este otoño, hasta el 7 de noviembre, en el oscuro ex frigorífico de El Matadero, en Madrid, nos recibe una instalación que invita a descalzarnos y empezar un recorrido sensorial hacia la revolucionaria isla del caribe. Donde a través de la mirada háptica se irán develando los secretos de esta obra que combina texturas y formatos. Entre luces y sombras, antiguos logotipos y frases resignificadas que marcaron a la Cuba pre castrista, recorremos las suaves alfombras-asfaltos de la ciudad natal de Carlos Garaicoa.


Ahí, donde las alfombras trascienden su utilización cotidiana y los contrastes lumínicos no dejan de sorprendernos, nos encontramos con la impresión técnicamente artesanal de siete fotografías digitales, escala 1:1 y dos videoproyecciones. Entre sombras, la espacialidad concreta concedida por la luz, nos sitúa frente a obras que yacen horizontales, inmersos en una obra hiperrealista, donde el detalle no escapa de la más fina grieta y del desgaste que los transeúntes han dejado, revolotea un aire de denuncia y franca invitación a la reflexión.


Textualmente reconstruye, de las rodillas al piso, incluyendo sombra, aspectos actuales del pueblo cubano, transformando significativos logotipos de comercios de la vieja Habana en frases que nos invitan a despertar de un silencio universal y una sucia costumbre de esconder el polvo bajo las alfombras.


El fin de silencio, nombre de la exposición, es una consigna de lucha que no puede ser desligada a nuestra contemporaneidad, estremecerse implica sentido y este se vislumbra entendiendo la importancia del hombre como protagonista de la historia. Así, con pasos nostálgicos del nomadismo imperante en nuestra época marcada por las migraciones, recorremos países y ciudades. Ya sea en Madrid, Cuba, Corea, Miami o Berlín, por nombrar algunos, se comparten pisadas que van dejando huella a través de las luces, maquetas, performance, video, instalación y jardinería que Garaicoa comparte en sus exposiciones.


En un diálogo abierto con el espacio urbano, Garaicoa ofrece una alternativa forma de aproximación a la esencia de las selvas de concreto, a la contemporánea crisis y los padecimientos que a la fauna urbana aquejan, a los vicios citadinos del individualismo, a las edificaciones que alguna vez florecieron y que hoy son fósiles; escombros que dan lugar al estudio, remodelación y resignificación de espacios imaginarios con el referente de nuestra cruda realidad.


No perdiendo la capacidad de asombro frente a nuestra propia sombra, con nuestros pies andantes sobre la confortable alfombra urbana, reconozcámonos como sociedad en constante cambio, como transeúntes de un momento histórico importante e irrepetible.


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