viernes, 29 de octubre de 2010

La otra cara del amor cortés



La otra cara del amor cortés, por Clara del Olmo Rivas


La Historia de Nastagio degli Onesti se expone con virtuosidad en nuestro ilustrísimo Museo del Prado. Es una obra del pintor renancentista Sandro Botticelli, tan conocido por sus obras La primavera, o El nacimiento de Venus.
La obra en cuestión, se compone de cuatro tablas –las tres primeras se pueden contemplar en el Prado- que representan una de las historias del Decamerón, de Boccaccio, y fue encargado para un regalo de bodas, cuyo destino era el lecho nupcial de los recién desposados.
La serie de acontecimientos que narra la historia es de sobra conocida por lo que me detendré directamente en la tabla número III, dónde se puede apreciar el lado más terrible y cruel de la trayectoria de Botticelli.
En ella, unos perros atacan a una mujer desnuda en medio de un banquete, en presencia de un caballero que le abre la espalda con su estoque para sacarle las vísceras.
Curiosa elección como regalo de unos recién casados para que lo tengan presente cada noche.
Hay que saber diferenciar en Botticelli el desnudo casto, como su sensual Venus, ejemplo de la belleza pudorosa y frío como el mármol, y el cruel, símbolo en la obra que nos compete del horror y la violencia. Desnudez martirizada, enloquecida, terrible.
En el Renacimiento, la belleza de la desnudez cuenta con la idealización de lo etéreo, lo puro, lo que causa que el erotismo adquiera un erotismo frío y se paralice el deseo.
Sin embargo, la otra parte del erotismo es el desenfreno, lo brutal, que en Botticelli adquiere el grado de sadismo, como en El descubrimiento del cadáver de Holofernes, donde Botticelli pinta una figura bien proporcionada y del todo sensual, pero con la cabeza cortada.
La belleza de la desnudez, en esta obra, no reside entonces en el cuerpo mutilado de la muchacha, sino en las vísceras, las cuales los perros quieren arrancárselas y devorarlas salvajemente.
El pintor, que sabía que los cuadros iban a decorar la habitación de un joven matrimonio quiso dotar a la obra de un tono moralista. Estos cuadros significarían en la vida de la pareja lo que las partes inferiores de los cuadros significaban en la vida litúrgica de los devotos florentinos, serían ficciones moralizantes elegidas expresamente para la situación.
Igualmente que se premia la piedad, se castiga con justicia la crueldad, en este caso, si no se ama a quien nos ama o si por ser rechazados nos damos a la perdición.
Sin embargo, hay que puntualizar la idea del poder masculino en detrimento del femenino en la obra: la mujer desnuda vs. El hombre vestido, la mujer con miedo a la violencia del hombre se somete a él.
La obra parece plasmar la situación de las mujeres en el Renacimiento, ya que, como lamentablemente dijo una vez Maquiavelo ‘’ a la mujer para someterla, hay que pegarle y maltratarla’’.

Clara del Olmo Rivas.
Grupo 12.




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