Al entrar al museo del Prado fui directa a contemplar la obra de Botticelli acerca de la historia de Nastagio degli Onesti.
La última vez que vi este grupo de cuadros había un tercero, ésta vez, por lo visto, había sido prestado y, el museo del Prado, entonces, disponía ahora de dos de los cuatro cuadros (el cuarto pertenece a una colección privada del legítimo dueño, en Florencia).
Esta serie de pinturas fueron llevadas a cabo por Botticelli en 1483 a petición de Antonio Pucci, con el fin de ser otorgadas a su hijo, Gianozzo Pucci, en su enlace con Lucrezia Bini.
Así Botticelli plasmó en cuatro lienzos los diferentes capítulos de la historia de Nastagio, una obra literaria de Boccacio, escrita en su Decamerón.
La historia narraba la experiencia del joven Nastagio, quien fue rechazado por su amada.
Nastagio, tras esto, abandonó su ciudad de origen y se instaló en las afueras, donde, estando vagando, se internó en un bosque de pinos. Nastagio, en ese momento allí, contempló una horrible escena: una mujer estaba siendo perseguida por un grupo de mastines y por un jinete, quien, al atraparla, la mataba y daba su corazón a los perros.
Guido degli Anastagi, el jinete, le cuenta a Nastagio el por qué de éstos sucesos: Guido fue rechazado por la dama que Nastaglio acababa de ver, y en consecuencia, éste se suicidó. Al morir la joven que rechazó al jinete, fueron castigados ambos con esa continua persecución.
Nastagio, tras la inicial repulsa, pensó que podría sacar provecho de la historia de la joven y el jinete e invitó a su amada y a la familia de ésta a ver la escena. La mujer, al ver la escena, decidió por fin contraer matrimonio con Nastagio.
Se podría decir que Antonio Pucci pretendía evitar con estos lienzos un posible rechazo de Lucrezia hacia su hijo Giannozzo, siguiendo las creencias retratadas en el Decamerón de el anteriormente citado, Bocaccio.
Se ve tanto en el argumento de la obra literaria como en el tema de la pintura de Sandro una clara alusión al machismo, pues se trata a la mujer como la única causa del mal de Nastagio o de Guido (se podría decir que de tan románticos que eran, al no ver su amor correspondido se hundieron, pero la obra no trata realmente de las almas desoladas), y se le pretende poner una fácil solución: La mujer debe entregarse por entero a su pretendiente, o será castigada eternamente por oponerse a la unión con éste.
Se puede ver así, en la pintura, una importante fuente de control y de poder que podría guiar a una sociedad entera.
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