viernes, 5 de noviembre de 2010

De La Habana a Madrid para terminar con el silencio.

Sonia Martín Fernández
Grado de Historia del Arte
Teoría del arte
Grupo 12


Madrid, metro de Legazpi, por la tarde.
Lugar: Un enorme edificio de ladrillo con letras gigantescas donde se aprecia “MATADERO” aparece ante mi visión y en la que antaño fue la sala frigorífica del recinto ahora se abre una sala e exposiciones de arte llamada “Abierto X Obras”

Allí en una estancia amplia y oscura se combinan la estructura quemada de las vigas, las paredes negras por el hollín del fuego, que un día recorrieron la superficie del que un día fue un gran matadero de reses, y un espacio enmoquetado de color negro; creando así un lugar oscuro, intimo, aparentemente vacío, que, sin embargo recoge una serie de tapices que al ser vistos desde arriba asemejan baldosas de las que uno puede encontrarse caminando por las calles de La Habana y no hilos, como en realidad son, entretejidos.

Para adentrarse en esta especie de mundo paralelo hay que acceder descalzo, como si así pudiésemos conectar mejor con nuestro yo reflexivo y poder profundizar en el tema planteado por el artista.

Así, paseando por la estancia enmoquetada, descalzos y en penumbra, el ambiente de recogimiento nos ayuda a sumergirnos en el tiempo y el espacio trasladándonos fácilmente a las calles del país caribeño.

Un país que se caracteriza por los contrastes, la música, el colorido y la felicidad de sus habitantes, que, a pesar de no tener grandes recursos, saben como aprovechar y, luchan, luchan mucho por reivindicar sus derechos.

Este conjunto de tapices es la obra que el artista Carlos Garaicoa (La Habana, 1967), ha traído a Madrid para trasladarnos a otro tipo de arte que combina la arquitectura con elementos decorativo-reivindicativos que podemos encontrar en esa ciudad de Cuba llamada La Habana.

En ellos crea juegos de palabras combinados con imágenes cotidianas, como por ejemplo uno de los tapices donde puede verse la sombra de un hombre proyectándose sobre lo que seria el pavimento de una calle y una escueta frase “El pensamiento”, a modo de enfatizacion de los mensajes e imágenes cotidianas que pueden leerse en los carteles originales.

En cualquier caso, no se trata de una obra por la que se pasa como quien pasea por su casa, sino que desde la penumbra nos abre la mente, nos hace reflexionar y quizá sea esto lo que necesita la sociedad actual para ir cambiando pasito a pasito hacia el fin de ese silencio que muchas veces es tan poco recomendable por ello recomiendo que vayáis a esta exposición y os dejéis trasportar a esta ciudad caribeña, que tan bien ha sabido mostrarnos un artista que ha convivido tantos años con esas y otras imágenes y que hoy comparte con nosotros ese pequeño trocito de su corazón y sus raíces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario