Rubén Ustero Pardos
El arte está en la calle. Aunque históricamente las clases dominantes lo hayan disfrazado de elitista su condición lo hace traspasar las paredes de los museos, puede entrar y salir de ellos; está vivo. Qué maravilla poder caminar por la calle y encontrarse con una obra de arte. Eso no tiene precio. Pero se lo ponen, como todo en esta vida. Así que si a este hecho le añadimos dosis de misterio por la identidad desconocida del artista nos encontramos con el fenómeno Banksy.
A la manera del héroe de ficción, poco se sabe de este artista que por lo visto nació en Yate y cuyo nombre se desconoce. Sus armas: sprays y stencils. Su cruzada: denunciar las injusticias sociales. Su obra: grafitis satíricos que acusan al sistema y que ha plasmado en muros del Reino Unido y de todo el mundo posteriormente, incluso en el Muro de Cisjordania. Exposiciones en museos como el MOMA o la Tate, subastas que alcanzan cifras astronómicas y hasta una película dirigida por él mismo, Exit through the gift shop, han hecho que rebase las fronteras del arte urbano granjeándose la fama mundial.
Buena parte de la crítica le viene por ese lucro del que está disfrutando al vender sus grafitis por miles de libras participando del capitalismo que él reprocha. El artista es vanidoso y Banksy como tal hace bien en vender su trabajo y emplear ese dinero en lo que crea más oportuno, siendo conocido que participa en organizaciones benéficas. Su arte nos lo deja sin más en las calles, democratizándolo, para denunciar las injusticias y sinsentidos que nos rodean.
Su repercusión lo ha llevado a conectar con otro fenómeno crítico de nuestra generación como es la mundialmente archiconocida serie de animación Los Simpsons. Esta familia amarilla refleja perfectamente la sociedad actual y con su ácido humor nos muestra lo mejor y lo peor de ella divirtiéndonos desde hace más de veinte años. Banksy ha tenido recientemente el privilegio de crear la cabecera, siendo la primera vez que alguien externo a la serie lo hace, para el capítulo MoneyBart donde critica a la Fox por producir los dibujos en Corea del Sur en la condiciones de explotación que nos muestra en esta intro en la que, tras el usual recorrido por Springfield con tags de Banksy y demás variaciones, nos presenta un taller asiático donde esclavizados trabajadores dibujan las escenas de la serie. Con un sarcasmo in crescendo vamos viendo barbaridades (hilarantes) en la manufacturación del merchandising tales como matar gatitos para relleno de peluches o la explotación de niños, un oso panda y hasta un unicornio!
La extrañeza de que se llegue a emitir esta secuencia de apertura es infundada puesto que no es la primera vez que se autocritican, tanto Matt Groening que se dibujó como un fascista alcohólico con parche y un revolver como la Fox bromeando con su programación, consiguiendo el efecto de ningunear las acusaciones al mostrarlas y reírse de ellas.
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